Una hazaña gloriosa: 6 de julio de 1914

Texto tomado del libro: LIRA PATRIOTICA del Poeta Leonides Flores Morales, paginas 60 – 66.
Propiedad del Sr. Alfonso Solís Flores.

Era el año de mil novecientos diez, época en que el Gobierno del Gral. Díaz, habiendo durado en continuas reelecciones más de treinta y dos años, el pueblo quería cambiarlo, impidiendo la consecución de su estancia en el poder. 

Al efecto, se formaron partidos políticos de contraposición, dando por resultado que al ser de nuevo burlado el voto popular, se registraron muchos levantamientos que al fin hicieron renunciar al Presidente Díaz cuando triunfo definitivamente la revolución. 

Desgraciadamente el Presidente electo Don Francisco I. Madero fue cobardemente asesinado y usurpado el poder por el Gral. Victoriano Huerta.

Este incidente hizo que Don Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila, se levantara en armas reclamando este atropello hecho al pueblo.

Entonces de nuevo se conmovió el país hasta en sus más apartados ámbitos.

El País ardió en la llama de la revolución sangrienta, aprovechándose esta circunstancia para que innumerables gavillas de bandoleros asediaran el país con sus continuos asaltos a mano armada en caminos y poblados. 

Grande fue el número de crímenes registrados en ese entonces por los salteadores de caminos ávidos de riquezas y de venganzas.

Fue entonces cuando una progresista y honrada población del sur, veía acercarse la amenaza de aquellos forajidos, quienes violaban, incendiaban y asesinaban inicuamente sin más ideal, que el de sus instintos bestiales.

El Gobierno no pudo castigar esos crímenes y los pobres moradores de aquel simpático girón de tierra sureña veían acercarse su hora fatal, la del asalto.

Así se descorría el tiempo azaroso en todos sentidos, hasta que un incidente vino a dar a aquellos moradores una decisión terrible pero inaplazable. Era que el invasor norteamericano se atrevía a hollar el suelo de nuestra querida Patria.

Fue un diez y seis de septiembre, fecha en que se conmemoraba el 103 avo aniversario de nuestra independencia nacional, cuando llegó la noticia fatal a los pacíficos moradores de aquella nombrada población. 

Aquella noticia levantó una oleada de indignación y entre el terror a la guerra y el patriotismo en el corazón, se acordó solemnemente formar un cuerpo de voluntarios que se prepararía para defender a toda costa nuestro dorado suelo.

En tanto el invasor ya dirigía sus pasos por la frontera norte al igual que sus buques de guerra como amenazadores fantasmas se acercaban al puerto de Veracruz. ¡Otra vez el aliado gigante del cuarenta y siete obscurecía los horizontes tranquilos de nuestra querida Patria! 

La tormenta no tardaría en desencadenarse horrible y fatal. Más, es un ambiente de patriotismo al que invade los corazones de todos los compatriotas que se aprestan a la defensa; al efecto construyen afanosos, trincheras que fortalecerán la plaza principal de aquel lugar, por si fuere atacada, y ¡oh ironía del destino! Cuando se preparaban todos a combatir al invasor, se presentan bandoleros en gran número que intimidan la rendición de la plaza, cuando la Patria amenazada pide la unión de todos sus hijos.

El gobierno usurpador de Huerta está por caer y no puede dar garantías a ninguna población siendo este el motivo por el que los voluntarios de aquel risueño lugar del sur, se aprestan a la defensa, jugándose el todo por el todo.


Es la madrugada del glorioso seis de julio de 1914, está aún obscuro, los astros brillan esplendorosos en el diáfano azul del firmamento. 

En la plaza de los defensores, todo es una olímpica quietud; el cuerpo de vigilancia ronda las calles, mientras el centinela grita su prolongado ¡ALERTA!

De repente se escucha un ronco retumbar a los lejos y después pisadas de caballos que se acercan; la vigilancia percibe ya claramente que es un toque de cuerno el que se escucha y el enemigo que está sitiando la plaza. 

Entonces los defensores que se coronarán de gloria en esta épica jornada, se distribuyen en las trincheras y están alerta para ver entre la semioscuridad como se van acercando los atacantes escurriéndose por los matorrales cual macabras sombras, a fin de no ser descubiertos. 

Por fin se oye un disparo como un preludio y descargas cerradas después, acompañadas de ensordecedores toques de cuerno. 

Los asaltantes envalentonados y audaces, con sus caras descompuestas y amenazadoras avanzan de matorral en matorral y van estrechando cada vez más el cerco que ponen a la plaza. 

Las casas donde llegan las incendian y las roban sembrando el terror de las indefensas familias, que no han podido escapar.

Avanza el día y en lugar de que cese el fuego, ya se han juntado muchos atacantes que esperan repartirse en breve un rico botín. 

Ya comienza a atardecer, huyendo la postrer pálida luz por atrás de los cerros de occidente, haciéndose el ataque cada vez más reñido y encarnizado. 

Ya se levanta majestuoso el esplendoroso disco de plata de la luna en plenilunio y se ilumina aquella escena que se hace más horripilante y trágica con las llamaradas de las casas incendiadas y el ronco retumbar de las bombas de mano que les son arrojadas a los asaltantes para impedirles que entren a la plaza. 

Tumba de los Defensores del 6 de julio de 1914

El ataque se prolonga toda la noche. 

Las huestes atacantes reciben ayuda de otros tantos que se han dado cita y esperan que se les entregue la plaza a discreción, más en vano son sus intentos, porque el puñado de valientes defensores está resuelto a vender caras sus vidas. 

Llega por fin la claridad del nuevo día. 

El ataque no se interrumpe ni un momento; han muerto ya muchos de los defensores quienes han mordido el polvo desesperadamente con esa desilusión de quien pide auxilio urgente y no le es prestado. 

Los instantes son largos y horrorosos. 

La pálida muerte con macabros gestos se pasea velozmente sobre aquella escena de destrucción y de exterminio. 

El aire que se respira se encuentra saturado de pólvora. 

No se ha dormido ni comido y la fatiga rinde ya los espíritus. 

Van aquellos héroes de un lado a otro, tambaleantes y pálidos, pero eso sí, resueltos a morir en aras de ese gironcito de tierra que encierra sus mas dorados recuerdos. 

Muchos se encuentran heridos sin que haya alguien que los atienda y algunos mueren desesperadamente, porque no ven el triunfo a pesar de sus esfuerzos. 

Muchos con sus ojos fuera de las órbitas ven caer a sus compañeros entre exclamaciones de rabia. 

Ya piensan en una retirada, Porque la resistencia se hace cada vez más insostenible, pero se arrepienten porque consideran que el enemigo los dominará desde las alturas y siguen luchando con valor de la heroicidad y de la desesperanza, antes de rendirse. 

Se ven cuadros dolorosísimos, pero resplandecientes de gloria, como el de aquel que, deteniendo sus intestinos que por la herida le brotan, aún desafía al enemigo, con su estoicismo y su desprecio a la muerte, cuando va a ver a su madre, si no le ha pasado nada, inspirado por ese grande amor que lo sublimiza, y muere en sus brazos, orgulloso de haber defendido su tierra natal.

¡Qué resistencia de hombre! Otro que sale fuera de la trinchera para luchar cuerpo a cuerpo y cae acribillado a balazos por la colmena de atacantes, quienes se encuentran tan cerca que fácilmente se les ven sus ojos chispeantes de cólera y sus caras macabras por la desesperación. 

Ya se lucha cuerpo a cuerpo con la fiebre de la indignación, defendiendo los heroicos sureños la entrada a sus hogares. 

Ya se escuchan claramente los insultos para intimar la rendición, dando a conocer sus instintos bestiales, pero estos pagan muy caro sus amenazas muriendo al acercarse. 

Placa alusiva a los hechos del 6 de julio

El pánico y la desesperación invade los espíritus de los defensores, quienes se van diezmando rápidamente porque a pesar de su abnegada defensa, son muchos los atacantes que hacen llover una tempestad de plomo. 

Los supervivientes ya están desfallecidos y sacan de su debilidad las últimas fuerzas para formar un plan que les dará el triunfo: “Se arreciará el tiroteo con los últimos cartuchos que aún quedan; se echarán a vuelo las campanas de los templos y tocarán los clarines de guerra la vibrante diana.” 

Sólo queda la realización de este plan, que es un tanto difícil, sin embargo, se busca el último parque para mandarlo a los defensores de la torre, pero es imposible hacerlo llegar entre la lluvia espesa de balas. 

Todos miden el peligro y no hay quien vaya, mas entonces surge uno decidido y valiente que se compromete a llevarlo aún a costa de su vida. 

Todos enmudecen ante resolución tamaña y se le deja cumplir su difícil misión; todos esperan la señal para disparar sus últimos diez tiros, la cual no se hace esperar. ¡Ya se arrecia el fuego!... ¡Ya se oye el alegre repicar de las campanas y ya se escuchan las sonoras notas de la diana! 

Todos experimentan en su espíritu, maravilloso cambio; todo es aliento, alegría y entusiasmo desbordantes y por fin se realiza el milagro del valor y de la heroicidad. 

Los atacantes se desconciertan apresuradamente, ya vacilan atemorizados, porque creen que una grande columna ha llegado en auxilio de aquel puñado de valientes, y llenos de pánico y arrastrando sus muertos, emprenden la retirada que les es de funestas consecuencias porque aún se les persigue hasta muy lejos.

¡Es el triunfo rotundo de los nuestros en esa épica jornada del 6 de julio de 1914 que brilla con fulgor de gloria en los anales benditos de ese heróico lugar!

Los pobres que han permanecido encerrados en sus casas, llenos de temor y espanto, salen y se estrechan llorando emocionados y felicitándose por aquella victoria alcanzada.

Han pasados los tiempo y, aún cuando algunos han pretendido desdorar aquella épica jornada, aún dura en el recuerdo floreciente y límpida. 

Avenida Defensores del 6 de Julio

Gloria a aquellos supervivientes, quienes supieron defender, no a los huertistas, sino a la integridad de su gironcito de tierra natal.

TEPEXANOS MUERTOS EN COMBATE: Pedro Flores Gil; Jesús Turbín; Cap. Joaquín Corichi; Francisco Miranda; Nephtalí Mier; Tirso Osio, Adalberto Osorio y Soldados Manuel García y Silvino Toledano.

TEPEXANOS HERIDOS EN COMBATE: Manuel Marín Zayas (en una pierna); José M. Olguín (en el pecho); Francisco Galicia (atravesado en un brazo); Enrique González (en el brazo izquierdo).

LOS DEFENSORES QUE NO LLEGARON A CIEN, ENTRE ELLOS SE DISTINGUIERON: Gilberto Huerta; Moisés Mier Palacios; Prof. Gilberto Becerra; Prof. Leonides Flores; José M. Reyes; José Marín; Francisco Galicia Martínez (Jefe de día); Benito Melchor; Bardomiano López; Alfredo Castillo; Luis Rosas, Tte. del 11 de Caballería.

Hay que hacer resaltar, el acto heróico, del superviviente Francisco Galicia Martínez, quien cuando el Profr. Leonides Flores Morales, se había ofrecido llevar una caja de parque, a los defensores de la torre, y se encaminaba a cumplir su peligrosa misión, con resolución sobrada, Francisco Galicia Martínez, midiendo el peligro, lo hizo suyo y, arrebatándole el parque al Profr. Flores, escabullendo el cuerpo de las balas, llegó a la torre y distribuyó el parque, siendo herido en esos momentos de cumplir su atrevida misión, por una artera bala en el brazo derecho.

Texto tomado del libro: LIRA PATRIOTICA del Poeta Leonides Flores Morales, paginas 60 – 66, propiedad del Sr. Alfonso Solís Flores.



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